PARAÍSO DE MUJER




PARAÍSO DE MUJER

Hace tiempo que no me sentaba junto a ella. Hace años que alardeaba de desearla, de sentirla junto a tierras arcillosas y vacilar sobre el rebalaje. De sentir la frialdad con la que me hace entrar en calor y, de hablarle en los sigilos hasta que la sed de la madrugada me lo permitiese. Cuando ella se quita su ropa, se acerca, y me habla de un mañana, yo tiro piedras al aire. Quiero tenerla tan cerca, sentirla tan dentro, que ya forma parte de mi. Sin distancia, sin tiempo y sin ganas, cuando las tinieblas y la claridad cubren mi rostro, ahí está. Es una gran compañera de viaje y de camino, sobre todo cuando se desnuda y me hace sentir su afonía en silencio. Cuando fija su ocelo sobre mi torso y me enreda en el recreo de lo que algunos dioses, - si es que existen-, llaman paraíso. Me sigue de cerca, es capaz de contar mis pasos y cuando caigo en otras redes me acompaña, hasta el punto que me vuelve a enamorar. Ya rendida, tiendes tu cuerpo sobre la cama y la anhelada cónyuge, te vuelve a besar. Es calculadora y cálida, se llama la fascinación de tu cuerpo de mujer.

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