Recuerdo algunas tardes de domingo,rodeada de mis perros ,que podía llamar por su nombre. ¡Todo era tan distinto!. Alentaba la mañana sin despertador. Yo aún me comía las uñas, y las mañanas sonaban a canto. Recuerdo a mi padre , como otro hombre cualquiera hubiera hecho, amodorrarse a un transistor e inventando canciones. ¡Qué inocente era !. Los pastos de domingo sonaban a gloria, y éramos creyentes, pero no practicantes. La práctica fue nuestra mejor unión . Yo era joven, pequeña y rebelde y siempre atendía a la misma canción . Algunos domingos eran tan abruptos, como un lunes de verano, sin embargo,tenían sabor a eterna melodía . Solía pasear creyéndome que volaba , y volvía a la tierra con alaridos. Mi señora madre, seguía en casa, adornando cualquier recodo de aquiescencia. Adelantando un bocadillo en la mañana . Después del paseo, de las fantasías y del ratoncito Pérez, tocaba volver. El agua corría por los sumideros , la sobriedad era un rebaño. Y a ti , a ti te